LA BELLEZA EN EL ANTIGUO EGIPTO
¿Qué se consideraba belleza?
La belleza para los antiguos egipcios, era
sinónima de bueno, de hermoso, de armonioso y sobre todo de perfecto.
Ellos, que se consideraban una parte más del
ciclo de la vida, no creían ser
superiores a las otras criaturas
de la naturaleza, y que como ellas,
habían sido creados para formar una única parte con el todo.
Tenemos que aprender a ver la belleza
egipcia. Cuando nos enfrentamos a un relieve, a una estatua, a una pintura,
tenemos que saber discernir lo que estamos contemplando. No podemos pararnos y
decir simplemente que hermoso, que bonito. Cuando por ejemplo nos paramos a
contemplar esta hermosa pintura, tenemos que ir más allá de la pura belleza. En
primer lugar vemos que el conjunto desprende, armonía. La combinación de los
colores, la disposición de las joyas o la simple indumentaria, no está
dispuestas por azar. Tenemos también que pensar, que cada uno de los legados
que nos dejó el pueblo egipcio, tenía por finalidad cumplir con una función
mágica y religiosa.
Según cuenta la tradición, cuando el dios creador, hizo surgir del caos la luz
cegadora del sol e iluminó con sus rayos,
los cielos azules, poblándolos de aves y pájaros. Concibió el Nilo
dándole el don mágico de inundar la fértil tierra negra. Depositó en ella las
semillas que darían origen a las plantas y a los árboles. Pobló la tierras de
hermosos animales. Y que cuando contempló su obra terminada, las lágrimas del
dios resbalaron por sus mejillas de satisfacción, al contemplar la belleza de
todo cuanto había creado. Estas, cayeron al suelo, y del barro, surgió el
hombre.
Desde los comienzos de su historia tenemos
constancia de la preocupación del hombre egipcio por conservar lo más
perfectamente y armonioso el cuerpo que le había sido entregado. Esa excesiva y
constante evolución en las formas y en
los procedimientos le llevó a desarrollar un conocimiento de su cuerpo, de los
medios y formas para conservar a este, lo mejor posible. Por lo tanto, le llevó
a desarrollar un conocimiento exhaustivo
de los animales, plantas, y
minerales que le proporcionasen un mayor y mejor bienestar.
Observemos
por ejemplo los maravillosos ojos de Tjepu. Cuando los hombres y las mujeres
del antiguo Egipto se maquillaban los ojos, no lo hacían solamente para resaltar
la belleza de los mismos, ni siquiera para cumplir con un fin aséptico. Ya
saben que el mesdemet o khol , el
contorno negro con el que resaltaban los ojos, y que lo obtenían
de la galena (sulfuro de plomo) o de la antimonita (sulfuro de
antimonio), lo empleaban para prevenir enfermedades oculares, como repelente de
moscas y para prevenir el reflejo del sol. Pero además, cuando los egipcios se
pintaban los ojos lo que también estaban representando eran los ojos de Horus,
es decir, un amuleto con lo que invocaban la protección mágica de su persona.
La belleza y la higiene
Con el signo jeroglífico representaban los
antiguos egipcios el concepto de belleza.
HIGIENE: El cuidado personal.
Aunque el pueblo egipcio fue un pueblo
tremendamente tradicionalista, no se pudo sustraer de las modas, por lo que a
cada periodo de la historia de Egipto, le corresponde un gusto preferente por
la estética de ese período.
El Baño.
El egipcio sabía que tener un cuerpo limpio
era igual a saludable. ¿Y hay algo más saludable que sentir el agua fresca
reconfortando y recorriendo la piel?
Dado que el medio era hostil, el egipcio
frente a lo cabría pensar era un pueblo que se lavaba varias veces al día. No
conocieron la bañera como tal, pero sí los beneficiosos efectos de una buena
ducha. En las casas de las familias más acaudaladas, los sirvientes atendían a
sus señores en los cuartos de baño, pasando el agua a través de una especie de
cestillo produciendo un efecto de ducha.
Al atardecer, después de un caluroso día no
había nada más tonificante que sumergirse en las frescas aguas del estanque que
toda buena casa tenía en la parte central de su jardín.
Pero para la gente que carecía de estos
lujos, se tenía que contentar, a la hora
de hacer su aseo personal, con introducirse en una especie de balde o bañera,
donde se iba vertiendo el agua con otro recipiente poco a poco. Para lavarse
manos y cara, disponían de jofainas. Aunque el común denominador se bañaba en el
Nilo, o en canales.
Una limpieza alternativa y que era empleado
por las clases menos privilegiadas, por los soldados en campaña, etc... era la
de utilizar friegas de arena para arrancar la suciedad.
La hidratación corporal.
Las señoras de las clases privilegiadas,
sabían que para mantener la fiel suave y limpia de impurezas, no había nada
mejor que los beneficios de un buen peeling.
Una receta que recoge el papiro médico Ebers dice: 1 polvo de alabastro, 1 de
natrón rojo, 1 sal del Bajo Egipto, 1 de miel[1].
Se mezclaba todo, con la pasta obtenida se untaba el cuerpo, a la cara, o las
manos y después se retiraba con agua.
Después de la limpieza corporal, el segundo
objetivo era conseguir que la piel no se resecase, manteniéndola, húmeda, suave
y elástica. Para ello, la utilización de ungüentos a partir de aceites tanto
animales como vegetales era primordial. Para este fin se emplearon grasas de
hipopótamos, cocodrilos, gatos o vegetales. También conocieron los beneficios
terapéuticos de un buen masaje corporal con aceites y otros ungüentos.
El
desodorante.
Dada que las altas temperaturas
sometían a los cuerpos a una transpiración excesiva, los beneficios de la ducha
o limpieza diaria duraba poco. Por eso inventaron el desodorante fabricado a
partir de trementina e incienso en polvo.
Otra receta, basado también en el mismo principio consistía en incienso,
alumbre y mirra
que se aplicaba en diferentes partes del cuerpo.
Los
cuidados del rostro.
Mantener un rostro joven ha sido y es la
lucha del hombre y la mujer desde la antigüedad.
Para conservarse hermosas, se sabe que la
mujer egipcia no se exponía al sol, permaneciendo en el interior de la frescura
del hogar. Las campesinas sólo salían a trabajar en los campos en época de
recogida de cosecha.
Pero cuando los años pasan y la frescura de
la juventud se pierde, y a pesar de que la arruga es bella, las antiguas
egipcias, combatieron – como nosotras – a la pata de gallo a muerte.
Al alcance de todo el mundo estaban las
semillas de alholva (fenugreek) que
era una planta que se utilizaba como forraje. El aceite obtenido de la misma
estaba recomendado para la arruga y también para las pecas.
Otra receta que garantizaba la total
desaparición de las arrugas de la cara, consistía en mezclar resina de
terebínto, cera de abeja, behen fresco, aceite de alholva e hierbas de chipre.
Se trituraba todo y se dejaba macerar. Después, una aplicación diaria era
suficiente para que obrara el milagro.
Si quieren les repito la receta, pero una
nota a pie de página de donde he sacado la receta, dice que no se ha podio
comprobar su eficacia pues alguno de los ingredientes no ha podido ser
identificado con toda seguridad.
La higiene bucal.
Dentro del aseo matinal y también después
cada comida, lo egipcios tenía costumbre de realizar un aseo bucal. Este
consistía en enjuagues bucales a partir de nitrita o natrón disuelto en agua.
Pero si lo que tenían era un problema de halitosis, entonces tomaban una
pastillas de kifi que se realizaban a
partir de semillas de alholva molidas, mezcladas con incienso, mirra, bayas de
enebro, resina de acacia, pasas y miel.
El maquillaje.
Bueno, después de aseada y perfectamente
hidratada, venía el maquillaje.
Una buena egipcia que se preciase, no podía salir a la calle con la
cara lavá.
Desde el Periodo Predinástico, tenemos que
los egipcios, tanto para ellas como para ellos, por belleza e higiene, se
protegían los ojos con mesdemet (el
khol), que como ya he mencionado anteriormente era un polvo negro que se
obtenía de la galena y que se empleaba como antideslumbrante del sol, como
protector de enfermedades oculares y como repelente de las moscas. Actualmente
se sigue utilizando en Egipto con el mismo fin.
Tenemos constancia que hasta la dinastía IV
se empleó una sombra verde, denominada udju,
que se obtenía de la malaquita. Después de esta dinastía no se volvió a
emplear.
Las egipcias oscurecían sus cejas y pestañas
con este polvo de galena mezclado con agua y se aplicaba húmedo con la ayuda de
palitos realizados en madera, metal o hueso. Este sería el antecedente de lo
que hoy conocemos como máscara de pestañas, que comúnmente denominamos Rimel (aunque este es el nombre de una
marca comercial).

En la difícil tarea de cuidarse y
embellecerse, los egipcios utilizaron un sin fin de hermosos objetos. Así
tenemos precisas pinzas con lo que eliminar cualquier bello superfluo,
cuchillas para rasurar, hermosos tarros para ungüentos, recipientes para el khol,
espejos, peines y un sinnúmero de otros objetos que para nada desentonarían
en cualquiera de nuestros tocadores.
El cuidado del cabello.
Se nos hace extraño averiguar la importancia
que daba el pueblo egipcio al aseo y cuidado del cabello. El hombre llevó casi
siempre el cabello más o menos corto, salvo durante el Imperio Nuevo donde el
gusto por las pelucas hizo furor. Los sacerdotes tomaron la costumbre de
afeitarse la cabeza así como todo el cuerpo, en señal de pureza, a partir de la
dinastía XIX fue obligatorio. También se
rasuraban el rostro, aunque tenemos ejemplos, sobre todo del Imperio Antiguo,
de funcionarios con bigotes. El uso de la barba no era muy habitual aunque
también tenemos algún ejemplo, sobre todo en campesinos desaseados y también se
la dejaban en señal de duelo. No hay que confundir esta barba, con la barba que aparecen en estatuas, de lapizlázuli y era una señal de divinidad.
El gusto de la mujer egipcia por la
utilización de las pelucas se remonta a las primeras dinastías. Durante el
Imperio Antiguo, estas son de melena corta. Las sirvientas, no utilizaban
pelucas, y el pelo de estas es largo.
A partir del Imperio Medio el gusto por el
peinado cambia. Se siguen utilizando las pelucas, pero ahora la forma de estas
es de rollo, imitando la iconografía de la diosa Hat-Hor.
Una vez más, durante el Imperio Nuevo el
gusto, raya la perfección.. Es el
momento de las pesadas pelucas, con pequeñas trenzas, tirabuzones u
ondas a media espalda. Muy adornadas con joyería o con simples coronas de nenúfares.
La utilización de las pelucas era un signo
de distinción, pero al mismo tiempo, protegía a sus portadoras, de los fuertes
rayos solares. En su mayor parte eran de pelo humano, pero también se han
localizado de fibra vegetal. Se guardaban en cajas y se han localizado
tenacillas con las que ondulaba el pelo y también en alguna de ellas, han sido
localizados restos de cera de abeja[1][5]
que se empleaban para fijar las ondas. La misión polaca que trabaja en Deir el
Bahari, recientemente ha localizado un taller de pelucas, donde se encontró cuatro
vasos de alabastro que contenían mechas de pelo humano; redes de lino en forma
de gorro que servían de base para las pelucas y que se ataban a la cabeza[2][6];
una caja que contenía alfileres de hueso, una punzón de bronce; y fragmentos de
dos cuchillos de sílex. Pero el hallazgo más importante es la localización
el mismo taller de un modelo de cabeza
en el cual se habían trazado líneas negras que mostraba el contorno por donde
debía los diferentes largos de la peluca. También se encontró en el mismo depósito,
semillas de dátiles de desierto (Balanites aegyptiaca) de donde se extraía un
aceite muy perfumado y muy apreciado en cosmética; un polvo marrón que seguramente era utilizado
para teñir la peluca y un resto ceroso de jabón de sosa duro, que aún tenía
propiedades detergentes.
Durante el corto periodo de El Amarna, se
vuelve a las pelucas cortas de corte tradicional que adoptará la reina y por
consiguiente toda la corte. Pero pasado este momento, las dinastías siguientes
volverán a la utilización de la peluca larga.
El gusto tan extendido por el uso de
pelucas, nos puede llevar a la falsa idea de que o bien los egipcios eran
calvos o que no cuidaban para nada su pelo natural. Nada más lejos de la
realidad.
Desde épocas predinásticas, conocemos de la
utilización de peines, bien de hueso o madera que se siguieron utilizando
durante toda la época histórica. Estos
eran de una o de dos caras, gruesos que permitía arrastrar la suciedad y las
liendres. Los piojos, no solamente eran molestos sino que son portadores de
enfermedades como el tifus. Por lo que el aseo del pelo estaba muy extendido.
Se sabe que los egipcios se lavaban periódicamente el cuero cabelludo y que
utilizaban aceites extraídos de la
Balanites aegyptiaca, dátiles del desierto, para
perfumarlo.
Si a nosotras nos preocupan las canas, a las
egipcias también. Se cubrían estas con diferentes remedios: con hena
(actualmente se sigue utilizando); la sangre de una vaca negra hervida y
mezclada con aceite; o la grasa de una serpiente negra. Estos remedios
garantizaban que su pelo recuperaba el color negro. Lo que ya no garantizaban
es que se le acercase alguien.
Que con tanto mejunje, el cabello se le ha
quedado sin brillo y algo áspero. No hay que preocuparse. Se cogen las yemas de
los huevos del cuervo negro, se aplican directamente, se dejan nos minutos y a
lavar. El pelo recobra todo su negro brillo natural.
Pero si su problema es que sus cabellos son
débiles. Tampoco hay problema: Se toma la pata de un galgo hembra, el hueso de
un dátil, la pezuña de un burro, se hierve todo en abundante aceite, se deja
enfriar y se aplica diariamente durante varias semanas.
Señores, si su problema es la alopecia… No
hay problema. La aplicación diaria de una loción aceitosa a partir de aceite de
alholva opera milagros.
La manicura y la pedicura.
Tenemos constancia que desde la dinastía XII, tanto los hombres como
las mujeres se hacían la manicura y la pedicura y que también utilizaban barniz
o laca blanca para decorarlas.
El
vestido.
Como ha ocurrido a lo largo de toda la
historia, quien marcará la pauta a la hora del gusto del vestir, será la mujer
aunque como también veremos, los hombres cuidarán de una forma muy especial su
apariencia exterior. No olvidemos también la importancia que tuvo para este
pueblo la conservación de su cuerpo en la espera de un mundo mejor.
El benigno clima de Egipto, hizo que el
vestido de todas las épocas fuese ligero y fresco. Se empleó casi siempre el lino, de una
textura semigruesa. En épocas del Imperio Nuevo, como veremos más adelante se
empleará para realizar los sugerentes vestidos de la XVIII y XIX dinastía, un
lino especialmente fino denominado byssus,
importado de Siria.
La lana fue raramente empleada ya que se
consideraba a esta impura, pues era el tejido que habitualmente empleaban los
pueblos asiáticos. El algodón no fue conocido en Egipto hasta la época romana.
El vestido femenino evolucionará a lo largo de la historia de
Egipto, como veremos a continuación. Mientras que para el hombre se va a mantener
más homogénea. Este casi siempre empleará el kilt corto con los dos extremos
cruzados y anudados a la altura de la cadera.
Durante el Imperio Antiguo, la sobriedad
tanto en la indumentaria como en el peinado marca la pauta. Para la mujer
noble, los vestidos son de tirantes anchos y largos hasta los tobillos y los
brazos se cubrían con una especie de túnica.
El Imperio Medio deja en libertad parte de
la anatomía femenina. El busto se muestra sin reparos y de una forma sugerente.
Pero el gusto por lo exquisito le llega a
Egipto de Oriente. Las mujeres del Imperio Nuevo se cubren con el fino lino
procedente de Siria, las transparencias y los pliegues marcan las suaves curvas de sus cuerpos.
Vestidos largos, anudados a la cintura con fajines de colores, que se
entreabrían dejando al aire las torneadas piernas de sus dueñas. Sobre estos,
túnicas plisadas, con mangas. En otras ocasiones una especie de chal
longitudinal, también plisado, se recogía en forma de abanico sobre los
hombros. En alguno de estos vestidos se cosían plaquitas de fayenza, o pasta de
cristal que al caminar, chocaban entre sí, y
producían un sugerente sonido como de campanillas.
El calzado.
El calzado que utilizaban eran sandalias, realizadas en materiales vegetales
como hojas de palma, esparto, juncos o papiros. También se realizaban en cuero
pero eran muy costosas. No se han encontrado talleres de artesanos que se
dedicasen a estos fines, por lo que se piensa que eran realizadas por las
mujeres en el hogar.
Como ven, señoras y señores, en esta materia no se ha inventado casi
nada, y tan sólo somos los herederos de las costumbres de un pueblo con un
pasado milenario.
Perfumes y cosméticos
Grandes amantes de la estética y la belleza, los egipcios
eran muy aficionados a usar toda clase de perfumes y cosméticos, hasta el punto
de que en las mismas tumbas se han encontrado dentro del ajuar funerario un
buen número de objetos relacionados con estos menesteres, unos objetos en
ocasiones cuidadosamente resguardados en preciosos cofres fabricados con la
mejor madera, y entre los que cabe destacar peines o cepillos para el cabello,
recipientes para perfumes, ungüentos o maquillajes, espejos, bastoncillos o
cucharillas con las que se untaban los afeites, pinzas para depilar, alfileres,
ricas prendas de vestir, etc.
Los componentes empleados en la composición de dichos elementos fueron muy dispares. Para los perfumes recolectaban una extensa variedad de flores que eran adecuadamente maceradas en aceites grasos de origen vegetal con el fin de extraer de ellas sus esencias. En los cosméticos usaban diversos minerales, tales como el óxido de hierro, el antimonio, la galena, o la malaquita: tras ser meticulosamente pulverizados, los mezclaban con agua hasta obtener con ello una pasta uniforme que aplicaban con los dedos, brochas, u otros sofisticados instrumentos. Las pomadas perfumadas se extraían de plantas como la mirra, el incienso y el terebinto, o de frutos como los dátiles. Así mismo no era raro el uso de grasas de animales, como las procedentes de hipopótamos o cocodrilos, y dos compuestos muy usados en gran cantidad de recetas eran la leche de burra y la miel. En concreto con esta última fabricaban una excelente crema de belleza mezclándola con polvo de alabastro, natrón y sal marina, crema que extendida por el rostro les servía para hacer desaparecer las pecas y espinillas.
Para los ojos usaban un colorante llamado Kohol, (sulfuro de antimonio), que aparte de su función puramente estética (al resaltar el contorno de éstos), servía para protegerlos al tener el efecto de mitigar la fuerte intensidad de la luz solar al tiempo que actuaba como antiséptico. Y en cuanto al cabello solían llevarlo corto y liso, (aunque en algunas tumbas se han encontrado momias con el pelo rizado). Por este motivo, en las ocasiones especiales se adornaban con vistosas pelucas sobre las que colocaban unos conos de grasa perfumada, grasa que por efecto del calor iba derritiéndose lentamente extendiendo así el perfume por el cuerpo del portador.
Complementando a todo lo anterior fabricaban igualmente multitud de otros compuestos para los más diversos fines: lociones que modificaban el color de la piel y evitaban que apareciesen los desagradables granos, aceites para masajes que como virtud suplementaria protegían de la formación de arrugas, desodorantes para el cuerpo, (de los que el Papiro Ebers anota varios), o pomadas y cremas para mantenerse delgados, reafirmar los músculos y el pecho, y cuidar la epidermis dotándola de una textura suave y elástica evitando que se resecase. Incluso tenían una especie de perfume además lograba un agradable olor en la boca.
Los
ungüentos y perfumes eran unos productos altamente valiosos, al punto de que en
cierta ocasión en que se produjo una importante huelga durante el reinado de
Ramsés III, (aunque más que huelga como se suele citar habitualmente, habría
que hablar de rebelión), los obreros solicitaron que sus salarios les fuesen
abonados bien con alimentos, bien con estos elementos.Los componentes empleados en la composición de dichos elementos fueron muy dispares. Para los perfumes recolectaban una extensa variedad de flores que eran adecuadamente maceradas en aceites grasos de origen vegetal con el fin de extraer de ellas sus esencias. En los cosméticos usaban diversos minerales, tales como el óxido de hierro, el antimonio, la galena, o la malaquita: tras ser meticulosamente pulverizados, los mezclaban con agua hasta obtener con ello una pasta uniforme que aplicaban con los dedos, brochas, u otros sofisticados instrumentos. Las pomadas perfumadas se extraían de plantas como la mirra, el incienso y el terebinto, o de frutos como los dátiles. Así mismo no era raro el uso de grasas de animales, como las procedentes de hipopótamos o cocodrilos, y dos compuestos muy usados en gran cantidad de recetas eran la leche de burra y la miel. En concreto con esta última fabricaban una excelente crema de belleza mezclándola con polvo de alabastro, natrón y sal marina, crema que extendida por el rostro les servía para hacer desaparecer las pecas y espinillas.
Para los ojos usaban un colorante llamado Kohol, (sulfuro de antimonio), que aparte de su función puramente estética (al resaltar el contorno de éstos), servía para protegerlos al tener el efecto de mitigar la fuerte intensidad de la luz solar al tiempo que actuaba como antiséptico. Y en cuanto al cabello solían llevarlo corto y liso, (aunque en algunas tumbas se han encontrado momias con el pelo rizado). Por este motivo, en las ocasiones especiales se adornaban con vistosas pelucas sobre las que colocaban unos conos de grasa perfumada, grasa que por efecto del calor iba derritiéndose lentamente extendiendo así el perfume por el cuerpo del portador.
Complementando a todo lo anterior fabricaban igualmente multitud de otros compuestos para los más diversos fines: lociones que modificaban el color de la piel y evitaban que apareciesen los desagradables granos, aceites para masajes que como virtud suplementaria protegían de la formación de arrugas, desodorantes para el cuerpo, (de los que el Papiro Ebers anota varios), o pomadas y cremas para mantenerse delgados, reafirmar los músculos y el pecho, y cuidar la epidermis dotándola de una textura suave y elástica evitando que se resecase. Incluso tenían una especie de perfume además lograba un agradable olor en la boca.
Entre las costumbres del mundo femenino relativas al uso de los componentes tratados podemos citar que una muy frecuente era colorear las palmas de las manos y de los pies, las uñas, e incluso el cabello, con un pigmento ocre-rojizo extraído de las hojas de la alheña, aunque por contra existen escasos indicios de que se pintaran los labios o las mejillas, si se exceptúa una imagen del llamado Papiro Erótico de Turín, en el cual como hecho curioso se ve a una prostituta haciéndolo.
El maquillaje no era patrimonio exclusivo de las mujeres: también los hombres usaban a menudo tanto cosméticos como joyas o pelucas. En la tumba de Tutanjamón por ejemplo, se encontró una magnífica jarra de alabastro que contenía ungüentos para proteger la piel de los efectos del clima desértico.
Cleopatra
La belleza actual
La ropa en el Antiguo Egipto
Bibliografía
·
LUCAS,
ALFRED. "Cosmetics, perfumes and incense in ancient Egypt". JEA 16.
Egypt Exploration Society. London. 1930.
·
MANNICHE,
LISE. An Ancient Egyptian Herbal. University of Texas Press.
1989.
·
MANNICHE,
LISE. Sacred Luxuries. Fragrance, Aromatherapy and Cosmetics in Ancient Egypt.
Cornell University Press. Ithaca, NY. 1999.
·
RACHET, GUY. Diccionario de civilización
egipcia. Larousse. Barcelona. 1995.
·
STROUHAL, EUGEN. La Vida en el
Antiguo Egipto. Ediciones Folio S. A. Barcelona. 1994
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